Yves Saint Laurent, perfumes inolvidables...

Sin duda alguna, la personalidad de Yves Saint Laurent habrá sido fuente de inspiración para la creación cinematográfica de este año… Tras Jalil Lespert, le toca ahora al realizador Bertrand Bonello impregnarse del genio atormentado del diseñador, con una película seleccionada para el Festival de Cannes 2014. Osmoz aprovecha la ocasión para reseñar las fragancias míticas que han sembrado la obra de este hombre de espíritu visionario.

Rive Gauche (1971) señala los inicios de Yves Saint Laurent en perfumería, tras el primer Y. Como un eco a la creación prêt à porter de lujo del diseñador, este perfume parece estar hecho para el tipo de mujer elegante del barrio 6° de París, a quien viste, con audacia, libertad y extrema sofisticación. Mientras el soplo adehído da una impronta metálica a este perfume elegante y altanero, el corazón empolvado donde se destaca la rosa lo libera de ciertos códigos afectados, para hacer de quien lo lleva una seductora de estilo afirmado.

Con Opium (1977), Yves Saint-Laurent trastoca los códigos olfativos de la época proponiendo un oriental sulfuroso que iba a inspirar a más de uno, en los años siguientes. Este perfume, que revela la sed de otros horizontes del diseñador, se presenta como un perfume adictivo, con una aura de transgresión. La mujer se vuelve lasciva abandonándose a sus efluvios floridos (ylang-ylang), especiados (clavel, canela) y ambarinos (pachulí, vainilla). La fiesta, sumamente mundana, que se hizo para celebrar su lanzamiento, dará el toque final a la leyenda: fue el perfume que introdujo la noción de  marketing en perfumería.

El universo de Yves Saint Laurent, también es esa ciudad de las luces de la cual está impregnada  toda su obra. Un ícono del romanticismo al que describe uno de los perfumes más tiernos. Quintaesencia de la feminidad, Paris (1983) brinda un ramo de rosas exacerbado, cuyos efluvios se combinan con violeta para volverse empolvados a pedir de boca. Algunos toques especiados condimentan a penas la dulzura de esta fragancia que se funde en una madera de sándalo cremosa.

Pasan los años, pero el gusto del creador por la provocación permanece intacto. No será Champagne (1994), su último perfume, el que desmienta su atracción por lo prohibido. Al ponerle un nuevo nombre, Yvresse, es un himno a la alegría y un homenaje “a las mujeres chispeantes”. Este verdadero chipre frutal sumerge al terciopelo de un melocotón en una dimensión avinada, donde se esbozan comino y pachulí. Embriagador, carnal y brillantemente desconcertante.

Luego, surgirán nuevas fragancias con el nombre de Yves Saint Laurent, pero que tendrán menos que ver con sus elecciones y más con las de los grupos que comprarán la marca. Sin embargo Tom Ford sabrá perpetuar el espíritu de Yves Saint Laurent por medio de dos fragancias. Nu (2001) conjuga muy sensualmente las notas amaderadas y especiadas en modo femenino, y M7 (2002), masculino tenebroso, se vuelve precursor al invitar por primera vez a la madera de oud en la perfumería occidental.